con 800 personas en las gradas el árbitro héctor león detiene la luchada 40 minutos cargándose el espectáculo del mayor patrocinador de la federación
Héctor León revienta la final
Un árbitro metido a médico se alía con el Unión Agüimes para consumar la treta elaborada con premeditación y alevosía para impedir que el puntal del Adargoma Joan Lajo pudiese agarrar en la final celebrada esta noche en Las Huesas. El luchador lagartero Nichel Hernández, al que hace quince días el Adargoma le cambió la última luchada de la fase regular por el desgraciado fallecimiento de su madre, ejecutó el plan organizado durante la semana por el conjunto de Las Crucitas para evitar que Joan Lajo pudiera competir alegando que tenía una caspa en el brazo. El árbitro se plegó a la solicitud del equipo sureño parando la final durante cuarenta minutos en una actuación esperpéntica y soberbia desoyendo todas las recomendaciones de cordura que le llegaban desde compañeros, aficionados, federativos e incluso del mismo presidente de la federación que le solicitaban que depusiera su actitud y permitiera luchar a Lajo dando continuidad al espectáculo que venía siendo la luchada por el título con más de 600 personas en la grada. Finalmente Héctor León no dejó luchar a Lajo ni siquiera con un vendaje que cubría, además de la herida provocada por el roce de la ropa de brega en un entrenamiento, todo el antebrazo.
Por si fuera poco el bochorno y la sinvergüencería, en el siguiente emparejamiento tras el parón y la eliminación de Lajo sin luchar, el luchador del Adargoma David Perdomo alegó que su rival tenía una herida en la cara por la que solicitaba que fuera descalificado para evitar un posible contagio. Aunque suene a una disparatada película de los hermanos Marx, en esta ocasión el árbitro se quitó la bata de médico para concluir que debido a que no era facultativo no podía saber si la herida del luchador del Unión Agüimes era o no contagiosa y le tenía que permitir luchar, mientras Lajo observaba humillado desde la caseta como a él si lo habían discriminado y apestado delante de un terrero abarrotado.